martes, 11 de febrero de 2014

@DayneAllyria : Joffrey X Margaery.

@DayneAllyria : http://www.twitlonger.com/show/n_1s0dohk

<< Maldita sea. Si llego a saber que sería tan difícil ni me lo hubiera planteado >>. Joffrey llevaba media mañana dando tumbos por la Fortaleza Roja en busca de su regalo para Lady Margaery, pero fuera del ámbito donde solía encontrarlo le suponía un hallazgo imposible. 

De hecho, ni se habría planteado regalarle nada de no haber sido por las estúpidas doncellas que oyó cuchichear cuando se dirigía a la Sala del Trono, lugar donde se solía refugiar para pensar en sus cosas o, lo que vendría a ser lo mismo, retomar su siesta mental, pues el cerebro de Joffrey vivía en un Invierno constante. 
Escuchó al grupo de jóvenes mujeres comentando con cierta sobreexcitación fantasías y divagaciones sobre lo que podría llegar a suceder el próximo día. Por lo general no habría prestado ninguna atención y de un grito las habría devuelto a sus labores, pero en esa ocasión la curiosidad pudo a su desinterés. Joffrey se detuvo junto a ellas con indiferencia mal fingida y llamó su atención –Señoras -espetó con desdén y aguardó unos pocos segundos hasta que todas estuvieron mirándole en silencio- ¡Arrodillaros ante vuestro Rey! –a lo que inmediatamente todas obedecieron, mirando al suelo o entre sí, confusas. Joffrey señaló a una al azar y antes de que pudiera inclinarse le dijo que se mantuviera en pie- Explícame qué cuchicheos eran de tan suma importancia como para dejar de lado tus responsabilidades.


-Y-yo…-empezó la muchacha atemorizada, clavando la mirada en el suelo- L-lo lamento, Alteza.


-¿Qué pasa? ¿Se te ha comido la lengua el gato? ¿Tengo que llamar a Ilyn Payne para que lo compruebe? Te he ordenado que hables.


Un escalofrío recorrió el cuerpo de la joven con nada más oír ese nombre, se apretó las manos y mantuvo la mirada fija para no perder la compostura. Habló en la medida que le fue posible –Disculpe, mi Señor...digo, Alteza… Hablábamos de… San Valentín, nada importante. Lo lamento, Rey Joffrey…


-Yo valoraré si es importante –La interrumpió Joffrey -¿San Valentín, dices? A ver, qué es esto de San Valentín.


Otra de las muchachas, aparentemente mayor, se incorporó con cautela con la intención de sacar del apuro a su compañera –Yo os lo explicaré, Alteza, si me lo permitís –Aguardó la reacción de Joffrey, y al ver que no se inmutaba lo consideró una invitación a proseguir- Bien, San Valentín es la festividad de los enamorados; el día perfecto para las declaraciones de amor y la consolidación de las relaciones con presentes.


Joffrey frunció el ceño, tratando de asimilarlo. No era la primera vez que oía hablar sobre ese día pero nunca había encontrado nada fuera de lo normal en él << Menuda estupidez. Si realmente fuera el día de los enamorados mi madre lo pasaría cada año con Robert, no con Jaime encerrados en la habitación >> pero por otro lado no quería dejarlo totalmente de lado, al fin y al cabo si la gente hablaba sobre ello debía de tener algo de importancia –Ah, claro. ¿Y esto de San Valentín también lo celebran en el Dominio?


-Por supuesto que sí, alteza –Afirmó la misma muchacha -¿Estáis pensando en hacer algún detalle a Lady Margaery?


-Lo que haga o deje de hacer con Lady Margaery no es de vuestra incumbencia. - << Mierda. ¿Tan obvio es? Seguro que van a correr a decírselo >> - Volved a vuestras tareas, y no habléis más de la cuenta si guardáis algún aprecio a vuestras sucias lenguas. 


Joffrey dio media vuelta sin preocuparse más por ellas y prosiguió su camino hacia la Sala del Trono, donde dio vueltas y vueltas al que tendría que ser el regalo perfecto para su futura esposa. No necesitaba impresionarla, ni siquiera enamorarla, sabía que Margaery estaba loca por él, no solo era el marido perfecto sino que iba a convertirla en la Reina. Y por eso mismo tenía que encontrar un presente a la altura de las circunstancias << Los Reyes deben ser la envidia del pueblo, y nunca está de más recordarle a Sansa lo que perdió por su sangre traidora >>. Pero ¿Cuál iba a ser ese regalo? A Joffrey no se le daba especialmente bien complacer, y aún menos pensar en los demás. Tampoco se podría decir que entendiera mucho a las mujeres. << Seguro que Cersei sabría qué regalarle >> podría tratar de preguntárselo pero con los preparativos de la boda su madre no tenía ni un minuto para él… Pero pronto encontró la respuesta que andaba buscando << ¿De qué dice Cersei que le gusta rodearse a Margaery…? >> Y así se hallaba Joffrey el mismo día de San Valentín recorriendo la Fortaleza Roja en busca de gallinas. En otras circunstancias habría tenido suficiente con ir a la cocina, pero ésta vez le interesaba conseguirlas con vida. Bajó a los establos a probar suerte, y sin más ganas de pasearse en vano encargó a un mozo que buscara un par de ellas -las mejores que pudiera encontrar- y que se las llevara de inmediato. Al cabo de unos minutos regresó con el encargo y se lo entregó en mano. 


La caja era de madera y no pesaba demasiado, pero el tamaño de ésta junto al estrépito de los animales llamaba la atención de cualquiera. << Nunca entenderé a las mujeres >> se decía Joffrey, asqueado por el olor, ruido e imagen que proyectaba ese presente. A cualquier otra mujer de Poniente la habría conquistado con un ramo de rosas, pero con una Tyrell no hubiera surgido el mismo efecto. Se dirigió sin más dilación hacia su aposento, esperando que estuviera allí. Según se iba acercando sus dudas aumentaban << ¿Le van a gustar éstas gallinas? Quizá debería haberle mandado construir un corral, para que jugara con cuantas quisiera. Si le gusta rodearse de ésto puede que ya tenga muchas… >> aunque por más dudas que tuviera ya estaba más que decidido y no iba a cambiarlo, no había arrastrado esa escandalosa caja hasta su habitación para nada. A medida que se estaba acercando a los corredores de los aposentos alguna que otra puerta se abría dejando entrever rostros curiosos, pero Joffrey hizo caso omiso hasta llegar a su destino. Sin soltar el presente, pateó con poca delicadeza la puerta tres veces y aguardó impaciente los pocos segundos que tardó Margaery en abrirla.


-Alteza, qué agradable sorpresa –Sostuvo la puerta para que pasase esbozando una amable sonrisa, aunque su expresión fue desmejorando a medida que se percataba del atributo que traía Joffrey entre manos. Margaery lucía impecable como siempre, llevaba un vestido con escote prominente pero aun así sencillo, estampado de flores azules y con bordados en hilo dorado. Probablemente hubiera estado leyendo, pues parecía que se encontraba sola en la habitación y la mayoría de pasatiempos los solía hacer acompañada por sus primas y doncellas e incluso bardos u otros acompañantes. 


-Lady Margaery, siempre es un placer admirar vuestra belleza. –Dijo Joffrey adentrándose en la habitación y regalándole una de sus mejores sonrisas. Una vez en el interior dejó la caja en el suelo y se sacudió las manos para descansarlas. Las gallinas no paraban de cacarear de una forma que sacaba de quicio a Joffrey, pero procuró hacer caso omiso para no faltar el respeto a su futura esposa- Cómo no podía ser menos, he venido a honraros con un presente el día de los enamorados.


Margaery volvió a sonreír pero ésta vez más dubitativa. Cualquier persona con dos dedos de frente adivinaría el contenido de la caja, pero por vueltas que le daba no lograba comprender por qué motivo iba a regalarle eso su prometido ¿Sería una broma? ¿Qué iban a hacer con unas gallinas…? Decidió no darle más vueltas y dejar que fuera lo que tuviera que ser –Qué detalle tan considerado por vuestra parte, Alteza – Se acercó a él y besó su mejilla con condescendencia- ¿D-debo…. Abrir la caja?


-Por supuesto –Afirmó Joffrey con convencimiento –Estoy seguro de que te va a gustar….


<< Lo que me faltaba, la cosa va en serio >> Margaery ahogó un suspiro y se inclinó para levantar la tapa de la caja para encontrarse, cómo no, con un par de gallinas escandalosas y malolientes revoloteando en el poco espacio del que disponían –Oh, Joffrey… Que reglo más… Inesperado.


-Te gusta ¿Verdad? Sé de buena mano que sueles rodearte de ellas. No sé si tendrás ya muchas, pero no te preocupes, cuando seas mi Reina mandaré que construyan un corral donde el Bosque de los Dioses, al fin y al cabo solo Sansa lo frecuenta y ella no es nadie a tu lado, mi dulce Margaery. 


A medida que Joffrey hablaba, las gallinas empezaban a liberarse y corretear a sus anchas por la habitación, y Margaery, incrédula e impotente, no pudo por más que hacerse con la forma de huir de ese caos.


-No podrías haberlo acertado más, Alteza-Tomó su brazo con una sonrisa absolutamente fingida y echó a andar hacia la puerta- Demos una vuelta por la Fortaleza, Joffrey, un día como hoy debemos fomentar los valores del amor más que nunca, ¿No crees?... –Cerró la puerta echando un último vistazo al interior antes de salir << Luego me encargaré de éste desastre…. >>.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ruegos y preguntas aquí.