domingo, 9 de febrero de 2014

@AryaOfWinterfel : El Caballero-bufón.

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El caballero-bufón


Bajó las escaleras bostezando, mientras se pasaba una de las manos por el pelo, intentando peinarse inútilmente. Suspiró, el pelo largo le molestaba de forma desesperante, pero sabía que el fantasma de su madre no le permitiría cortarlo. 
De hecho se preguntaba cómo le permitía vivir con la Hermandad; rodeada de bandidos, pero las cosas que hacía Corazón de Piedra no tenían demasiado sentido para ella, al fin y al cabo ya no era Lady Catelyn Stark, sino un vago reflejo de lo que su madre fue alguna vez.

Tras agradecer a Jeyne su desayuno fue a sentarse en la mesa frente a Tom y Anguy, que charlaban emocionados y dando voces. 

— Vais a despertar hasta al último cuervo que haya por aquí, idiotas— refunfuñó mientras se llevaba un poco de pan a la boca.

— Oh, así que la loba se ha levantado con malas pulgas…— comentó Anguy con voz jocosa, mirando a Tom con una sonrisilla estúpida. 

Arya le dedicó una mirada de soslayo, decidida a ignorarle por completo, cuando Tom continuó con la broma.

— Pero seguro que hoy, precisamente, se le pasa rápidamente el enfado…— dicho esto le dio un codazo a Anguy, que comenzó a mirar a Arya moviendo las cejas a una velocidad que por un momento hizo pensar a la chica que el arquero tenía algún tipo de problema físico. 

Puso los ojos en blanco, dando un sorbo a la leche aguada que estaba bebiendo, sin comprender qué demonios querían decir ese par de bufones. 

— Bueno… ¿y quién es el elegido, loba?— Anguy volvió a sacarla de su ensimismamiento, y se volvió a él con una mueca de hastío.

— ¿El elegido para qué? ¿Para que le patee el culo? Porque en ese caso eres tú el que tiene más posibilidades. — El tono hosco con el que le respondió no surtió el efecto que ella deseaba, más bien al contrario, solo consiguió que Anguy, y después Tom acercaran sus sillas a la suya. Anguy le pasó un brazo por los hombros, mirándola con una sonrisa juguetona. 

— ¿Sabes qué día es hoy, jovencita?

— Um... ¿el día de “Anguy es un idiota con cara de culo”?— preguntó en tono inocente, mientras sonreía, intentando parecerse a Sansa cuando deseaba que su madre le diese más pastelillos de limón. 

La sonrisa de Anguy se evaporó al instante, mientras su ceño se fruncía levemente. Fue Tom el que habló esta vez, disipando la tensión al momento. 

— No, pequeña loba. Es el día del caballero-bufón.

Arya volvió a llevarse un trozo de pan, intentando recordar algo sobre ese día, pero por más que pensaba no conseguía acordarse de nada. ¿Le estarían gastando una broma? De ese par no le extrañaría en absoluto. 

Y fue en ese momento cuando lo recordó; flores, dulces, canciones de amor. Sansa y Jeyne Poole haciendo cartitas con poesías, riendo tontamente y mirando a Theon de forma extraña…Reprimió un escalofrío, el día del caballero-bufón era una fecha señalada para los enamorados, un día en el que se regalaban flores, pastelitos…y todo porque el idiota de Florian había conocido a Jonquil en ese día. ¡Maldito Florian y maldita Jonquil!

— ¿Y qué tiene eso que ver conmigo, idiotas?— intentó que su voz sonara segura, pero en el último momento se le quebró un poco la voz. 

La sonrisa maliciosa que Anguy dibujó en su cara en ese momento le hizo temer lo peor. 

— Oh…pues tiene mucho que ver — el arquero la apretó más contra sí, sin perder ni un ápice la sonrisa— resulta que nuestro querido Ned lleva toda la semana emocionado, pensando en qué podría regalarle a su dama Stark — Arya sentía las tripas hechas un revoltijo. De pronto se notaba como enferma y deseaba irse a su habitación y no salir de ella hasta que el Invierno se terminase.

— Ya lo estoy viendo —intervino Tom, mientras rasgaba las cuerdas de un laúd imaginario y cantaba con voz grave— la brisa de la noche, la luna y su color…el clásico romance lleno de…— en ese momento quedó callado, sin saber cómo continuar su estúpida canción.

Se levantó bruscamente de su silla, sin querer saber cómo acababa la odiosa canción y salió corriendo atropelladamente hacia la puerta, dando un portazo al salir. La nieve cubría la Tierra de los Ríos, aunque, pese a estar ya bastante entrado el Invierno, era medianamente soportable. O lo sería, si hubiese cogido su capa. Maldijo en voz baja a ese par de idiotas mientras se frotaba los brazos para intentar entrar en calor. 

Antes de que pudiese pensar seriamente lo que hacía, estaba delante de la herrería, mientras escuchaba cómo Gendry hacía cantar al acero. La miró de reojo, sin dejar de dar golpes, y asintió con la cabeza, saludándola. Arya fue a sentarse en un rincón, como solía hacer siempre que iba a visitarle mientras trabajaba.

Estuvieron en silencio un rato, mientras él forjaba y ella se limitaba a esperar, intentando no pensar en la conversación del desayuno. Al rato suspiró, resignada. ¿Por qué tenía Edric que ser así? Era un buen chico, pero estaba harta de su galantería, de su delicadeza, de sus sonrisas estúpidas. Y estaba muy raro desde que ella…bueno, desde que había florecido. Ahora le sostenía más a menudo la puerta, sonreía de forma distinta y buscaba el roce de su mano cada vez que tenía ocasión. Por no hablar de que siempre tenía que sentarse a uno de sus lados, y había hecho que Gendry se cambiase de lugar en un par de ocasiones “porque tenía que tratar serios asuntos con Lady Arya”. En todas esas ocasiones no había dejado de hablar de las maravillas de Dorne y de naranjas y ella había tenido que soportar estoicamente su aburrido parloteo. 

Ni siquiera se dio cuenta de que Gendry estaba sentado a su lado, hasta que él mismo le dio un pequeño golpe en el hombro, con suavidad. 

— ¿Te ocurre algo, Arry?

Sonrió levemente ante el apodo. Mientras Ned era artificial y pomposo, Gendry se limitaba a ser solo Gendry, su amigo, y ella era solo Arry, sin títulos ni magnificencias, solo Arry.

— Ned es idiota— le daba vergüenza tener que contarle a Gendry toda la historia de Anguy, pero tenía que contárselo a alguien, y él era mayor, seguro que sabía lo que podía hacer en esta situación— Quiere hacerme un regalo por ser el día del caballero-bufón. 

Arya bufó, todo el asunto era tan estúpido…

Gendry frunció el ceño ligeramente, como hacía siempre que pensaba. De pronto se levantó sin decir nada y sacó algo de un cajón, para luego volver hasta ella con un bulto en las manos. Con gesto brusco y sin mirarla, se lo tendió, farfullando entre dientes y en voz baja un “para ti”. 

Totalmente anonada cogió el pequeño bulto con delicadeza, retirando con cuidado el trapo con el que estaba envuelto, para descubrir una bonita daga con la cabeza de un huargo en la empuñadura. 

No sabía qué decir, así que alzó el rostro para mirar a Gendry, sorprendida. El chico miraba interesado una esquina del techo, como si no hubiese nada mejor en el mundo que ese rincón. 

— Es muy bonita…gracias—dijo Arya con timidez, era lo último que esperaba. 
Gendry se volvió a mirarla, totalmente sonrojado. 

— No es por lo que tú piensas— titubeó un par de veces, haciendo una ligera pausa antes de continuar— Era…bueno, era para tu Día del Nombre, pero…bueno, siempre puedo dártela hoy, y así la usas antes. Además…— volvió a hacer otra pausa, frunciendo el ceño una vez más— en el día del caballero-bufón también se puede regalar a los amigos y a la familia. 

Arya le observó unos segundos con una sonrisa tonta. Estaba allí de pie, mirando al suelo, sin ser capaz de mirarla a la cara y haciendo una mueca graciosa, como si estuviese enfadado consigo mismo. 

Sabía que era mentira, pero aún así, se acercó a él con una sonrisa, y poniéndose de puntillas, le dio un rápido beso en la mejilla.

— Lo sé, pero gracias igualmente. Ahora podré asesinar a Ned si intenta darme un beso. 

Gendry sonrió, todavía algo azorado, y se llevó una mano al pelo, despeinándose. 
Se miraron durante unos segundos, y cuando escucharon la voz de Ned Dayne, que la llamaba a gritos, estallaron los dos en carcajadas. 

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