domingo, 9 de febrero de 2014

@BenjenStarkRol : Benjen

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Auuuuuuuuuuuuu.

El sonido despertó a Benjen. ‘¿Un cuerno?’- pensó.
Se incorporó y miró a su alrededor. Habían salido hacía cinco semanas del Castillo Negro. Solo seis exploradores, ya habían perdido a muchos hombres. Su misión era encontrar a los Hermanos desaparecidos y volver con ellos al Muro… Vivos, congelados o muertos.
Hacía ya una semana que dejaran atrás el Puño de los Primeros Hombres, adentrándose en los Colmillos Helados. Y cuándo ya habían perdido toda esperanza de encontrar a alguien, lo vieron. Los habían encontrado. Los salvajes. Los salvajes de Mance Rayder. ‘Ese traidor cambiacapas`- recordó con rencor.
Reagrupó a sus hombres y decidieron quedarse unos días, a observar. Puede que nunca volviera a encontrar a sus Hermanos perdidos, pero llevarían noticias del Rey Más Allá del Muro… y cuando decidieran atacar estarían preparados. 
Ordenó a sus hombres que montaran el campamento mientras él observaba el valle dónde se encontraban los salvajes. Desde esa altura y amparados por los árboles estarían seguros. Podrían observar sin miedo.
‘Mance’- dijo para sí con una sonrisa traviesa en los labios- ‘¿Ya te has olvidado de lo obstinados que podemos llegar a ser los cuervos? ¿Qué buscas? ¿Qué pretendes?’
Observó con más detenimiento el enorme campamento. Había salvajes de todas las tribus y pueblos. Vio también mamuts, lo que significaba que los gigantes no podían andar muy lejos. Todo el campamento miraba al Sur, al Muro, indicando la dirección que pretendían seguir. ‘¿De qué huis?’- se le ocurrió de pronto. El viento helado agitó su capa y su pelo haciendo que un extraño escalofrío recorriera su cuerpo.

Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu.

El segundo sonido lo sacó de sus recuerdos. ‘¿Salvajes?’. Se levantó de un salto. Todos sus hombres estaban con él, no eran tantos cómo para mandar vigilantes, y no podía permitirse el lujo de perder más hombres. Solo Evan, un muchacho recién nombrado explorador y al que le tocaba guardia esa noche, lo miraba desde el otro lado del claro con los ojos desorbitados.
- ¡Vamos, levantaos!- ordenó a sus hombres, dándole un leve puntapié al cuerpo que tenía más cerca. - ¡Holgazanes, ya los tenemos encima!
Al instante, todos sus Hermanos estaban levantados y en posición de combate. 
-¿Qué sucede?- preguntó uno de ellos. 
-Dos toques, ha sonado dos veces…- susurró Evan- Salvajes…
-Sí, pero… ¿Quién nos advierte, quién nos ayuda?

Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu.

El tercer toque llegó como una repentina tormenta de verano, dejándolos a todos helados.
-¿Q-qué significa esto?
-¡Callaos, formación en círculo! Estamos en un claro, no sabemos por dónde podrían aparecer ¡Atentos a cualquier movimiento!
‘Tres toques’- pensó Benjen. ‘Los Otros’ La voz de la Vieja Tata retumbó en sus oídos. Ella le había contado esa historia cuando le dijo que se convertiría en un Hermano Juramentado de la Guardia de la Noche. Ella lo miró a través de las cataratas de sus ojos y le dijo solemne, cómo solamente ella era capaz de ponerse: ‘Cuándo oigas el cuerno tres veces, huye, Benjen.’ Él se había reído. Hasta lo había olvidado. ¿Por qué ahora regresaba a su mente como un látigo?
Una sombra empezó a moverse entre los árboles. El frío empezó a apoderarse de todo. De su aliento, de sus manos, de su corazón.
De entre os árboles empezaron a salir personas. Salvajes. Notaba como sus Hermanos se pegaban contra su espalda. Más y más salvajes salían del bosque, pasando a su lado sin mirarlos. 
-¿Qué está pasando, qué sucede?- la pregunta de su Hermano rompió el aire como un cuchillo, sacándolos a todos de su sopor. De pronto, el cielo se volvió rojo y los gritos y el caos rompieron la solemnidad de la escena.
-¡Permaneced juntos, no os separéis!- ordenó Benjen. Pero ya era demasiado tarde. El caos se apoderó de todo. Todo era sangre, gente gritando, corriendo, empujándose… Gente huyendo. ‘¿Huyendo de qué?’. El aire era cada vez más denso. Más frío. No se veía nada, solo se oían gritos y el cuerno que alguien no cesaba de tocar.
-¡Guardia de la Noche, a mí!- gritó en vano, intentando reunir a sus hombres. ‘Tenemos que salir de aquí’, pensó. 
Mientras buscaba un lugar por el que huir entre el humo y la niebla, una vieja salvaje más arrugada que el tiempo, tomó su mano, haciendo que la mirara a los ojos-
-Ya vienen- susurró.

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